Días antes de las elecciones legislativas de octubre de 2005, los medios masivos de comunicación dieron a conocer supuestas entregas de electrodomésticos por parte de la administración pública a personas sin recursos. Esta noticia derivó en debates mediáticos en torno al clientelismo político. En estos debates volvieron a repetirse los discursos periodísticos marcados por la indignación y la resignación, sintetizados en la idea de que los políticos utilizan el dinero de la gente para sustentar sus aparatos y sus intereses personales.
Con esta premisa se potencia la idea de la inviabilidad de la política para transformar la realidad, y se justifica la crisis de representación política y hasta la económica, a la vez que se ignoran los factores históricos y sociales que contextualizan y estructuran las características de las prácticas clientelares. El problema se vuelve ahistórico, y por lo tanto perpetuo. Quedan, por ende, varios puntos sin tratar.