Ellas, las escritoras, intentan desde el cuerpo sexuado de suspalabras, trasmutar lo indecible en susurros de sentido. Y loindecible, esa materia evanescente e intangible pero deinquietante densidad que tironea y se resiste a ser capturadapor el lenguaje, resulta ser aquella dimensión de la realidad deun pueblo, que de tan traumática, agrieta la constituciónsensible de quien se abisma en la experiencia colectiva deldolor.La escritura, aunque posee la potencia de deslizarse en torno acuestiones existenciales que atraviesan las contingencias de lavida, como práctica social que es, no está disociada de laspropias circunstancias en las que se halla sumergida la quedespliega la pluma. Así, más allá de la singularidad de su voz,es posible rastrear en la materialidad del texto una fibraemotiva o una tonalidad en común que permiten vislumbrar enla maraña de palabras, múltiples interpretaciones de un mismoclima de época.Traumáticos procesos de transición a la democracia, progresivocuestionamiento de actores sociales tradicionales (sindicatos ypartidos políticos), intermitente equilibrio/ entendimiento entreEstado y sociedad civil y aparición de nuevos sujetos socialescon verdades más fragmentarias y voces disonantes(asociaciones de jóvenes, barriales, de mujeres, etc.); resultanun marco de lectura posible para la proliferación de textosescritos por mujeres durante la década del ochenta. En elcampo de las prácticas literarias, se produce un viraje delpensamiento hacia zonas fronterizas de la cultura como lopopular, las historias de vida y la literatura de mujeres. Y esteparticular ejercicio de escritura es concomitante con ciertaprogresiva visibilización de discursos feministas y de teorías degénero.Algunas escritoras de la época, asiendo la materialidad de laspalabras y lo fantasmal de la imaginación, ejercen una íntima ya la vez pública experimentación por constituirse como sujeto(ya no cosa) del lenguaje, deslizando la pregunta por la propiaidentidad y por la existencia (o no) de una "literaturafemenina": ¿Hay un modo específico de escritura: de sersujeto en el lenguaje, a partir de la identificación sexual con lo"femenino" (1)?, cuestionan. Esta pregunta, desmenuzadapero vapuleada (como la misma literatura de mujeres cuandoes concebida como un "género específico" y un "géneromenor" de las "Letras"), conserva hasta hoy parte de su fuerzade interrogación provocadora.Por otra parte, cierta crisis de representación, vinculada a losmodos de aprehender una realidad marcada básicamente porla violencia de Estado y por la desaparición de las personas -lamuerte desparramada en la vida de Argentina a partir de laúltima dictadura militar- hilvana las producciones literarias definales de los años 70 y de la década del 80, incluyendo a laescritura realizada por mujeres, quienes delinean respuestasdesde sus propias experiencias. Una de las preguntas quesurge con ímpetu es: cómo representar la materialidad de lahistoria, renunciando al intento de acceder a lo real a partir desu reproducción mimética. Entonces, se despliega la búsquedapor recomponer un relato (o más bien muchos relatos) desdeuna pluralidad de puntos de vista adquiriendo protagonismovoces de mujeres. Y las micro-historias se plasman en untrayecto peligroso por encontrarle algún sentido a experienciasque nos fracturaron en tanto sujetos, abismándonos a lapregunta íntima por el sentido de la vida y por laresponsabilidad por la muerte/ asesinato (de un otro que enpotencia siempre soy yo misma).