La palabra “operación” nos remite a la jerga militar o de inteligencia. “Operaciones sobre la memoria” trae al recuerdo de los lectores los procedimientos del “doble pensar” desarrollados por el “Gran Hermano” de 1984 (ORWELL, 1984). Es decir, puede predisponer para la lectura de una teoría conspirativa más. Las conspiraciones, claro, existen, pero su éxito depende menos de su eficiencia operativa que de condiciones externas a ella. ¿Cómo imaginar que los militares argentinos, aunque otrora señores de la vida y la muerte de los ciudadanos, hoy reducidos a mendicantes de presupuesto, arquitectaron un plan capaz de controlar la memoria de las generaciones venideras? La frase del epígrafe no pasa de un delirio, una alucinación, pronunciada en medio del vértigo que la soberanía sobre los cuerpos alentó en la mente de Massera. Sin embargo, la voz del genocida reverbera en el presente como un eco asustador. Más asustador, justamente, por fantasmagórico, por descarnado, por desfalcado de poder real en la actualidad. Y no podemos dejar de sentir un estremecimiento al reconocer el mandato del asesino en las narrativas hegemónicas del presente.