Tal vez, en lo anterior haya cometido el error de confundir estética con apariencia y contenido con esencia, por lo que es necesario un humilde escrutinio de tal situación.
Toda estética intenta fijar en definiciones lo que considera bello o feo, toda estética constituye, entonces, una tabla valorativa construida por “un sujeto colectivo que le mira por encima del hombro”.
La dinámica de la sociedad es irreductible a la figura de un todo dividido en dos sectores opuestos, incesante, una multiplicidad de arcos voltaicos que se forman entre dos extremos. Claro, resta definir esos extremos.
La experiencia del sujeto se articula en dos sentidos: el estético y el político.