La última dictadura militar argentina, como pocos procesos en nuestro país, fue abordada por una enorme cantidad de producciones artístico-culturales. El medio audiovisual, y más específicamente el cine, no fueron la excepción. El cúmulo de films engendrados, revisitando, indagando lo sucedido en aquellos años, es tan prolífico como heterogéneo, tan significativo como dispar. Dentro de este desigual conglomerado, la película Los Rubios (2003) de Albertina Carri, logró destacarse, convirtiéndose en referencia forzosa para cualquier análisis de trabajos fílmicos sobre aquellos años, y su inevitable (necesaria) irradiación sobre éstos. Narrando las peripecias indagatorias de la directora tras las huellas de sus padres (desaparecidos durante el último proceso dictatorial), la película se centra en la problemática de la constitución de la identidad (tanto en su aspecto individual, como colectivo), la cual, desde el particular tratamiento estético/formal que Carri propone, se ve complejizada: ahondada, descosificada.
Intentando apartarse de solemnidades y convencionalismos, Los Rubios atraviesa discusiones tanto políticas como cinematográficas, aunándolas en la problemática de la representación, proponiendo una obra múltiple, generadora de posibles dislocaciones (erosiones) en articulaciones simbólicas (societarias).
Partiendo desde el planteo de Andreas Huyssen, en relación con la proclividad actual a una búsqueda en el pasado tras un relato que estructure vidas arrojadas a una extrema fluidez, y del de Paul Ricoeur en el sentido de que son los mismos relatos precisamente los que posibilitan esa estructuración/estabilización del sujeto, se intentará desplegar algunas de las razones que hicieron de la película de Carri un referente ineludible, a la hora de (re)pensar términos como “dictadura militar”, “desaparecidos”, y la construcción/búsqueda de la memoria, y la identidad.
Según Mijail Bajtin, el lenguaje no refleja la cultura, la ideología, sino que la conforma, la constituye. Emparentando, con Bajtin, los conceptos de lenguaje, cultura e ideología, podemos pensar a Los Rubios, enmarcada en la búsqueda identitaria de la autora, desde sus intentonas rupturistas, transformándose en una obra que confronta y vitaliza discusiones, constituyéndose en un hecho performativo de una posible resignificación de conceptos anquilosados, musealizados. Instituyéndose en síntoma, en indicio fáctico, cultural, ideológico, de una forma posible de relación con la realidad. Una búsqueda estatuida en su intrínseco fluir, conformando identidades, que entendidas como inacabadas, contingentes, dinámicas, abrirían (en palabras de Leonor Arfuch) una “nueva dimensión política, una nueva capacidad de agenciamiento, en la rearticulación entre el sujeto (agrego, la comunidad) y la práctica discursiva”.