Podríamos coincidir con aquella afirmación que sostiene que “cada sistema universitario tiene una combinación única de elementos autóctonos e internacionales y no suele ser posible realizar copias directas de la experiencia de otros” [Albach: 2001]. Sin embargo, es innegable que el sistema universitario tal como lo conocemos, es una de las pocas construcciones sociales que se legitiman en función de su existencia a partir de su permanente reproducción en todo lugar y de una perspectiva histórica unívoca más allá de las fronteras nacionales.