Lo que impide hoy un crecimiento robusto de la economía brasileña no es la reducida disponibilidad de dólares de antaño sino el temor de sus elites de impulsar el crecimiento en simultaneidad con mejoras en la distribución del ingreso y en las condiciones de vida los sectores menos favorecidos. El lulismo representa un delicado equilibrio entre la voluntad democrática de incorporar a los sectores populares al consumo de masas y la decisión de evitar un choque frontal con un poder económico que rechaza de modo enérgico cualquier tentativa de que se vuelva a promover un nuevo ciclo de desarrollo centrado en el Estado.