Desde la lejana antigüedad, el hombre ha tratado de prolongar su vida. Pero al propio tiempo ha deseado o procurado que esa prolongación se obtuviera en las mejores condiciones de plenitud y vigor. Para responder a esas expectativas la medicina ha experimentado enormes progresos; evolucionando en sus concepciones desde la patología celular de Virchow, del siglo anterior, a la biología celular de Carrel, que ocupa un largo lapso del anterior y del presente siglo, con sus experiencias no sólo sobre cultivos de células en medios apropiados, sino incluso con la posibilidad de prolongar marcadamente la supervivencia de muchas de ellas, por períodos inusualmente extensos.