¿Es posible descubrir en una obra de ficción las marcas de la biografía de su autor? Parece que se impone un cambio de registro que domina la literatura del escritor para ajustarla a la visión de mundo que resulta de su experiencia vital. La escritura cumple el papel de conciencia y campo de batalla donde el autor intenta superar sus perplejidades. Así, tal vez sea posible, en algún nivel de lectura, leer la obra de un escritor como una autobiografía. Rodolfo Walsh, lector, traductor, adaptador y “autor de novelas policiales” de enigma fue compelido por las circunstancias a investigar un crimen. Para eso, asumió el papel del detective de los relatos que escribía. Pero se trataba de un crimen de Estado: el fusilamiento ilegal de civiles durante un levantamiento cívico militar. El modelo del policial de enigma resultaba insuficiente. La frontera entre delincuentes y virtuosos parecía poco clara; peor aun, los papeles parecían invertirse. Walsh publicó, más que los resultados, un diario de la investigación, o la autobiografía del ciudadano / detective. Esa escritura lo llevó, primero, a cuestionar su personaje de detective romántico (al final, ¿de qué lado estaban la verdad y el bien?) y, como consecuencia de ese cuestionamiento, a modificar su literatura de ficción, que se deslizó para el hardboiled. Después de batirse con las instituciones del Estado en sucesivas ediciones que denunciaban a los responsables por la masacre, percibió su fracaso como detective, que era también, dentro de su literatura, el fracaso del héroe individual. Terminó abandonando la literatura policial y pasando a la acción y a la literatura militante. Esta investigación procura en su obra de aquel período, así como hace el detective, las marcas autobiográficas que registran ese cambio.