Cuando un escritora o escritor se propone narrar un episodio no completamente imaginario o, más preciso sería decir, donde la imaginación social trabaja en función de acontecimientos efectivamente acaecidos o emanados del orden de “lo real”, particularmente de un pasado remoto, documentado pero no reciente, acontece eso que la industria editorial, en su retórica implícita de los géneros o subgéneros literarios ha dado en llamar “novela histórica”. Estribando más en colecciones que en rasgos efectivos, estas novelas o volúmenes no siempre responden a patrones comunes y, menos aún, ideales.