Hablamos de la literatura histórica de masas, libros que durante los últimos cinco años han ocupado un lugar destacado en la lista de los textos más vendidos en el país y cuyos autores –a los que llamaremos “intelectuales de masas”– son referentes de opiniones políticas generales que se enuncian desde el ámbito más amplio de la cultura. Para ellos la superación de lo que llaman “decadencia” y “estancamiento argentino” implica una operación de “re-tradicionalización” en tanto el pasado es recuperado una y otra vez, de forma deliberadamente parcial, para fundar utopías que aspiran a superar un presente decepcionante: estos intelectuales argentinos coinciden en su disconformidad y en considerarse herederos de una facción derrotada, en la que hallan sus modelos de futuro.
A lo largo de este artículo intentaremos ocuparnos de una consideración frecuentemente soslayada en los análisis locales de estos autores y de sus obras: ¿cuál es el valor político de la aparición y circulación de estos libros?, ¿cuál es la relación del fenómeno con la vida política del país y especialmente con las representaciones de la nación que se dividen y constituyen en la vida política? Anticipando un poco nuestra respuesta diremos que estos libros han mediado en la reconstitución de los sentimientos nacionales y los compromisos políticos en una secuencia que ha pasado de expresar la distancia y la expatriación simbólica a enunciar ciertas formas de compromiso histórico-político. En esa secuencia estos libros han articulado la demanda de explicaciones por el “fracaso nacional”, las narraciones histórico-políticas de la nación en que se entraman y renuevan las matrices liberales, populistas y jacobinas y los efectos de reconstitución de esos relatos que se han originado en los últimos treinta años de nuestra historia. Intentaremos mostrar, asimismo, de qué manera, a medida que pasa el tiempo, la circulación de estos textos adquiere nuevas formas y ocupa nuevos medios, instalándose de manera a la vez notoria y conflictiva, en el centro del dispositivo escolar, lo que supone nuevos desafíos respecto de la enseñanza de la historia y de la socialización política de las generaciones más jóvenes.