El ingreso masivo de las mujeres argentinas - y occidentales, en términos muy generales- a las instituciones de educación formal y, por lo tanto, a la "educación" del mundo público, es sin duda un fenómeno del siglo que está terminando. Esta afirmación se comprueba inmediatamente al contrastar las cifras de la matrícula femenina de fines del siglo pasado con las actuales, en todos los niveles educativos. La segmentación más evidente del sistema se produce en razón del origen social de los/as alumnos/as antes que ninguna otra. En otras palabras, esto significa por ejemplo que las mujeres de clase media como grupo tienen mayores probabilidades de acceder, continuar y egresar de la escuela primaria, secundaria, o aun de la universidad, que los varones, como grupo también, de sectores populares.
Si partimos de la flagrante injusticia que representaba la exclusión de las mujeres de las escuelas por dudarse de su inteligencia (S. XV) o por considerarse que el saber era peligroso y las alejaba de sus verdaderas funciones sociales (S. XVIII y aun el XIX), al constatar la imponente presencia femenina en las escuelas, podemos caer en el espejismo de suponer que la batalla por la educación ya está ganada (Braidoni, 1991).
Esto es cierto sólo en parte. Si entendemos por "patriarcado" a la "institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres dentro de la familia y la extensión de esta supremacía al resto de la sociedad" (Lemer, 1990), podemos afirmar que la incorporación de las mujeres a la escuela significa su ingreso a un sistema creado por una ley patriarcal y conformado en su sustancia por un saber patriarcal construido en instituciones patriarcales. Las mujeres en las escuelas han sido, y aún lo son en cierta medida, un agregado, un apéndice, un anexo.
La tesis de este trabajo es que mientras no puede dejarse de considerar a la igualdad como la meta tanto en el campo social como en el campo de la significatividad y representatividad de los contenidos educativos. existen algunos elementos de gran riqueza en los desarrollos de la teoría de la diferencia que iluminan caminos metodológicos estratégicos para asegurar a las mujeres una experiencia educativa rica, desde el punto de vista ético, y eficiente, desde el punto vista pragmático.