Los sucesivos avances tecnológicos en materia de comunicación han hecho que los procesos de fruición colectiva, como el cine, hayan cedido ante el disfrute en el ámbito privado e incluso individual, como ocurre con la televisión y con la computadora.
Este nuevo escenario, marcado por una creciente mediación tecnológica de los procesos sociales, ha dispersado varias de las iniciativas comunitarias y disgregado los sentidos transformadores de la mirada sobre lo social.
Sin embargo, a pesar de estos diagnósticos poco alentadores para la cultura audiovisual, resulta necesario replantear varios de estos enfoques para comprender que, la originalidad que caracteriza a la imagen “le da una fuerza de transmisión sin igual” (Regis Debray).
Por eso el espacio audiovisual que se opone al quietismo social, aparece como una tierra fértil para movilizar conciencias, desde la generación de iniciativas de participación popular y construcción colectiva.