Los estudios sobre la Historia de las Mujeres hicieron posible su “rescate” de los archivos y su lenta, pero progresiva, presencia tanto en la historiografía “sabia” como en la escolar.
Ésta ha sido una tarea desarrollada fundamentalmente por las historiadoras, que ha tenido ya su repercusión, aunque ésta sea aún parcial, en ambas dimensiones de la actividad historiográfica, en la investigación y en la docencia.
Los más recientes enfoques de esta historiografía, feminista en su origen, se centran actualmente, a partir de las aportaciones de la lingüística y del análisis del discurso, en el estudio de las distintas “representaciones” que sobre las mujeres hicieron los emisores de los discursos filosóficos, morales o políticos de épocas pretéritas. A través de esta operación epistemológica, la atención y las preguntas se han desplazado desde los “hechos” y las determinaciones materiales, que se consideraron previamente como muestras directas de la realidad histórica, hacia el análisis de las imágenes y las representaciones culturales que ya no son “datos” inocentes del pasado, sino “discursos” construidos con intenciones diversificadas.
Este último aspecto ha posibilitado reasumir el debate existente respecto de los planteamientos historiográficos que hacían de los principios y de los valores ilustrados bases indiscutibles de modernidad y de progreso. La Historia de las Mujeres ha permitido una mirada distinta, a menudo crítica y más “real”, de nuestro concepto de modernidad.