Como intentaré demostrar en las páginas que siguen, las ideas respecto de qué significa pensar históricamente conllevan siempre una perspectiva dada de la historia – y, por lo tanto, varían conforme éstas se modifican. Siendo esto así, el trazado de los diversos posibles sentidos que puede asumir hoy tal expresión equivaldría a la reconstrucción completa de la historia de cómo se ha modificado a través de los siglos la comprensión histórica. Esto, evidentemente, se encuentra fuera del alcance de este trabajo. Podemos, sin embargo, intentar al menos discernir algunos de los distintos sentidos que suelen recurrir en los presentes debates, y que normalmente no se encuentran suficientemente discriminados. Esta falta de una adecuada discriminación conceptual no sólo lleva a deshistorizar dicho concepto sino que resulta en ambigüedades e inconsistencias teóricas. De hecho no es infrecuente observar en los escritos sobre pedagogía histórica oscilaciones entre definiciones que resultan, sin embargo, mutuamente contradictorias. En fin, sin un afán de exhaustividad, se intentará aquí al menos dotar de cierta profundidad histórica a los presentes debates sobre la enseñanza histórica con el objeto último de alertar contra el tipo de inconsistencias antes señaladas. Con este objeto habremos de distinguir tres sentidos en que puede interpretarse la idea del “pensar históricamente”, señalando cuál es el sustrato filosófico específico en que cada uno de ellos hunde sus raíces conceptuales y, finalmente, el tipo de objeciones de las que han sido objeto. Para ello, tomaremos como base lo postulado por Reinhart Koselleck en Pasado futuro, marcando, al mismo tiempo, algunos de los problemas que las hipótesis de este autor plantean para la interpretación de las filosofías modernas de la historia cuando las abordamos desde el punto de vista específico que aquí nos ocupa.