Cualquier posible debate sobre ideales educativos resulta vano e indiferente en comparación con esto: que Auschwitz no se repita . Cuando una sociedad es atravesada por una experiencia límite, como la sucedida en la Argentina con la implantación del terrorismo de Estado, los fundamentos de la educación deben verse conmovidos. Ante la pregunta de cómo pudo haber sucedido una experiencia aberrante como ésta, una mirada atenta al sistema educativo es tarea ineludible. No sólo para dilucidar, por lo menos, la impotencia del mismo ante un desenlace histórico fatal, sino también sobre el rol que hoy debe jugar la escuela para desarmar esas condiciones que lo hicieron posible. Que se convierta en el espacio privilegiado de transmisión de las experiencias pasadas, ya sea desde la memoria, a través de las conmemoraciones, como de la historia a partir de su enseñanza, parece ser una idea generalizada.
Este énfasis puesto en la necesidad de la memoria de las violaciones a los derechos humanos, como un paso imprescindible para hacer justicia con el pasado, surge precisamente de la naturaleza y la forma en que se perpetraron los crímenes. El Estado terrorista estableció una política de la memoria con la clandestinización de la represión y el ocultamiento del cuerpo mediante su desaparición. Así el primer acto de resistencia consistió precisamente en la denuncia desesperada.
Entonces se puede comprender fácilmente por qué la memoria se ha visto revestida de tanto prestigio a ojos de todos los enemigos del totalitarismo, por qué todo acto de reminiscencia, por humilde que fuese, ha sido asociado con la resistencia antitotalitaria .
Pero, además, el acto de la desaparición incorpora otra dimensión en ese mandato de la memoria que es la restitución simbólica de lo que fue negado, no sólo el crimen sino también, y sobre todo, las víctimas. Decía Jorge Rafael Videla con relación a los desaparecidos: No tiene entidad, no está muerto ni vivo . No existen. El exterminio para ser plenamente exitoso requiere de este doble crimen: el asesinato y la desaparición. Matar la muerte. Las políticas de la memoria pretenden restituir lo negado.