Los elementos que conforman estas dos narraciones historiográficas –la historia investigada y la historia enseñada– son distintas desde el comienzo. La Historia académica parte de la tríada conocimiento académico, historiador, lector en la que los sujetos de esta tríada, tanto el historiador como el lector, no interactúan, tienen su punto de encuentro en el texto: “lo narrado”. En cambio, en la tríada que se forma en el proceso de la “Historia enseñada” encontramos al conocimiento o “saber histórico”, el profesor y el alumno. En este último caso, los sujetos interactúan y ambos forman parte del mismo proceso.
Las diferencias entre una y otra son numerosas, pero en este caso nos interesa la interacción como el elemento central de análisis, ya sea éste como constitutivo de un orden representado por el sistema educativo, como de actores pertenecientes a un mismo espacio y tiempo (profesores y alumnos) La narración de la Historia escolar es una narración sencilla, basada generalmente en estereotipos y en muchos casos adopta criterios más cercanos al sentido común que a la indagación científica.
Esta distancia se ha establecido progresivamente a lo largo de las últimas décadas, en las que las representaciones sociales de su propio pasado parecen generadas desde otros ámbitos “no escolares” que penetran fuertemente en esta construcción.
Hobsbawm dice que el profesor de Historia es el “destructor de mitos”. Aunque muchas veces nos cuestionamos de donde surgen estos “mitos”, ¿quién y cómo se reproducen? Ellos no aparecen en los libros de texto, no forman parte de la formación inicial de los alumnos, y generalmente son admitidos por la mayoría. Es así que debemos buscar estos mitos en otros ámbitos, más enriquecidos que la propia escuela, que son en la actualidad ámbitos no académicos, que sin duda refieren a acontecimientos del pasado histórico pero no responden a los requerimientos que la disciplina exige como conocimientos científicamente válidos.
Entre otros, podemos mencionar a la televisión, el cine y la literatura. La construcción ficcional del pasado es contraria al ideal de verdad que plantean los académicos, sin embargo, puede ser un medio, para favorecer la comprensión de conceptos abstractos que manejamos en nuestra disciplina como el absolutismo o el imperialismo.
¿Es posible alcanzar el conocimiento histórico si se parte de la ficción? ¿Es ésta una aproximación al conocimiento científico o pueden estas narraciones ficcionales alejar al adolescente del conocimiento válido? Esta pregunta nos lleva a un análisis sobre las posibilidades del medio y sobre la Para contextualizar el análisis, antes de desarrollarlo, sintetizaremos el recorrido que nos llevó a obtener las producciones de los alumnos en las que nos basamos.
situación de los jóvenes que no formará parte de este artículo. Pero sería conveniente detenernos en el contexto social que rodea, hoy por hoy, a la escuela para comenzar este debate.