Uno de los primeros recuerdos de mi infancia son las mariposas en el estómago el día anterior al comienzo de las clases de primer grado y el guardapolvo blanco recién planchado esperando el gran día. Mi guardapolvo blanco simboliza un camino al conocimiento –una de mis aventuras más transitadas– y el sueño de una escuela pública en la que las desigualdades de clases no se notaran... tanto... Si como dijeron las feministas, lo personal es político, este breve ensayo puede ser pensado en ese sentido; desearía que así lo fuera... Mi infancia, mi profesión docente, mi compromiso con el estudio, mi maternidad de dos varones y mi anhelo de cambiar algo es lo que se mezcla en estas líneas que comienzo a continuación (aunque ya he comenzado).
Intento reflexionar a partir de una experiencia personal que me movilizó y aún lo hace.
Es tal vez la búsqueda de una conciliación entre este querido recuerdo de infancia y otro de mi vida adulta. Aquella memoria lejana pero tan nítida de mi guardapolvo blanco esperando en la silla está bruscamente neutralizada por otra: mi experiencia como profesora de historia en una escuela de Nivel Polimodal en la provincia de Buenos Aires donde trabajé desde fines de 1999.