Desde 1972, por trabajos de Lindauer y Martin se reconoce como magnetocepción, magnetorrecepción o magnetotaxis, al sentido mediante el cual los seres vivos detectan el campo magnético terrestre, para percibir orientaciones, altitudes y ubicación. Ello ocurre en bacterias, insectos como abejas y hormigas, animales marinos como distintos peces, tiburones, tortugas y langostas, en animales terrestres tanto salvajes como domésticos, por ejemplo, elefantes, perros, caballos y rumiantes, así como en diversos pájaros, como palomas y diversas especies migratorias. Incluso, con el EEG, la energía electromagnética aparece en el hombre y además en los últimos años debemos considerar en la neurología animal, la propiedad de descubrir la magnetorrecepción, como una combinación de mecanismos de la sensibilidad, en los que se incluyen la visión, el olfato, el oído, para comunicarse, orientarse o migrar eficientemente. Si bien la magnetocepción era conocida, desde hace años, no así la identificación de capacidades sensibles con la conexión cerebral, para crear una especial percepción de funcionamiento en los centros cerebrales, que repercuten en la conducta de los animales.