Las cartas que Bruno Latour escribe en el otoño de 2009 a una estudiante alemana que no puede tomar uno de sus cursos dictado en Francia, comienzan como un intento de respuesta a las inquietudes de la alumna que se encuentra movilizada por los resultados de la reunión de Copenhague sobre las transformaciones climáticas. El amor a las ciencias funciona como el motor que impulsa los esfuerzos del autor y que, en el devenir del libro, nos invita compartir sus pasiones y deseos.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)