En un contexto de debate en torno a liberalización de los servicios en términos multilaterales, al papel de de la globalización y su efecto en el desarrollo local, al respeto y cuidado medioambiental e incluso en la redefinición de lo que hoy concebimos por desarrollo, el presente trabajo buscará formular unas consideraciones de tipo metodológicas y conceptuales a la hora de abordar el capital social en torno a la actividad turística. Todo ello, con el objeto de analizar y profundizar sobre el papel que juegan las comunidades locales a la hora del desarrollo y planificación de un destino (Pantuso, 2002; Wesner, 2004; Kliksberg, 2009; Vallaeys, 2010).
En este marco, el capital social comunitario, es decir aquella forma de capital referida a la capacidad que tiene un grupo humano de emprender acciones colectivas que redunden en beneficio de todos sus miembros, se presenta como un factor relevante para el desarrollo turístico sustentable (Lorenzelli, 2003; Cacciutto 2010). De tal manera, se presentará al concepto como un cuerpo de conocimientos que considera a los miembros de comunidad no como sujetos pasivos sino como agentes, es decir actores con capacidad para generar cambios –empoderamiento- (Sen, 2009).
Cabe preguntarse ¿Por qué se debería estudiar el capital social a nivel regional? o mejor dicho ¿Qué beneficios puede propiciar su análisis? El hecho es que el desarrollo solo es posible y sustentable en la medida que la sociedad o grupo son los diseñadores y actores de ese proceso (Sandoval Forero, 2002). Y es aquí donde radica la importancia del capital social, en tanto medidor estratégico del estado de cohesión social de un territorio y factor relevante de la sustentabilidad social y, por ende, insumo clave para la toma de decisiones de políticas turísticas.