La presencia de la nueva generación de artistas y comunicadores de la imagen audiovisual argentina ha sido un atentado semiológico. Una transgresión ordenadora que derribó las formas arcaicas de la producción cinematográfica en particular, y de las artes audiovisuales masivas y restringidas del panorama nacional.
Los tiempos que corren son los de la comunicación hecha cultura a través de las tecnologías, como paradigma definitivo de las nuevas formas de obtener conocimiento.
El denominado nuevo cine argentino introduce una incertidumbre renovada. Con un aparente relativo apoyo de los consumidores de lo masivo, sus logros y descubrimientos: ¿caerán nuevamente en parálisis, fuga y desaparición? ¿Tendremos que esperar otros treinta años para percibir nuevas sintaxis, formas que penetren en las realidades presentes de la actualidad y la memoria?