Lo que lleva a optar por la noción de identidad como camino para tratar de acceder al modo en que determinados agentes sociales conciben y se posicionan frente a instituciones fuertemente ordenadoras de la vida social, es fundamentalmente su función explicativa; es decir, su capacidad de tornar inteligible el mundo de la experiencia humana permitiendo formular hipótesis acerca de los problemas que se plantean a propósito de ella. Más aún, la elección se sustenta en la convicción de que la teoría de la identidad permite entender mejor la acción humana y la interacción social en la medida en que es la identidad la que hace posible a los actores ordenar sus preferencias y escoger, en consecuencia, ciertas alternativas de acción en detrimento de otras.