El World Investment Report (2001) advierte sobre la debilidad de los efectos de derrame en varios países emergentes en los que las filiales de empresas transnacionales (ET) han sido protagonistas de importantes procesos de inversión. Sin dudas, la experiencia de Argentina en la década de 1990 constituye un caso que encaja perfectamente en tal conclusión. Más aún, con independencia del aporte positivo al financiamiento de la balanza de pagos que la inversión extranjera directa (IED) ha tenido durante buena parte de la década, la estrategia de negocios (productiva, comercial y financiera) que han desarrollado la mayoría de las filiales de ET –en el nuevo contexto de apertura y desregulación- no se ha traducido necesariamente en ganancias significativas y generalizadas de competitividad y, por el contrario, ha tendido a agravar la restricción y los desequilibrios externos.