A fines del siglo XX, completando un período de difusión mundial de magnitud sin precedente iniciado en los 70, la democracia alcanzó su apogeo histórico como la forma de gobierno predominante a escala global. En 1974, menos de un tercio de los países eran democracias; en 2001, la cifra rondaba entre el 50% y el 60%, dependiendo de los criterios de clasificación utilizados. América Latina había sido un actor temprano y protagónico de esta ola democratizadora, que surgió en el sur de Europa y acabó por extenderse a los cinco continentes. Con algunas notorias excepciones –entre las principales, China, la gran potencia emergente, que representa la quinta parte de la humanidad–, la idea democrática parecía acercarse a su culminación en el alba del nuevo milenio.