Podría decirse que cada vez más son las comunicaciones masivas las que proporcionan la concurrencia al patrimonio cultural común; ese acervo de tradiciones y creencias desde el cual se puede mantener el diálogo que reproduce simbólicamente a la comunidad. No obstante, con el trasegar de los acontecimientos desde la década de 1950, la situación se ha tornado compleja, puesto que la llamada sociedad de la información que trajo aparejada la era digital, multiplicidad de canales y ofertas de contenido genera controles en la producción de la información y filtros en la selección de contenidos alimentando la exclusión social. Porque a diferencia de lo que sucedía en la era de la difusión, el acceso ahora no es siempre directo y gratuito.