Si pudiéramos metaforizar la cuestión central de Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad, de Alejandro Grimson, el concepto de configuración cultural sería una especie de puerta de vaivén, y a ambos lados de ella encontraríamos cuestiones no opuestas, tal vez continuas, como identidad y cultura.
Las bisagras de esa puerta están bien aceitadas en la introducción del libro. Son los enfoques que dan sentido a la crítica constante, problematización si se quiere, de los conceptos abordados. Desde la objetividad, la subjetividad y, en otro enfoque, la intersubjetividad, se historizan la cultura y la identidad: cómo surgieron y fueron tomando forma, aisladas o relacionales, hasta llegar hoy a un cuestionamiento que, más que límites para ambos conceptos, les propone resignificaciones con nociones derivadas.
No ya cultura e identidad como valores absolutos para definir grupos poblacionales, sino configuración cultural e identificación. En sentido general, la primera noción explica que las piezas de una cultura pueden ser las mismas en uno y otro lado (en el acá o en el allá de algún tipo de frontera), pero que el proceso de andamiaje o estructuración de las piezas puede variar de modo tal que se crea una articulación especial de rasgos. Por su parte, la identificación se refiere a los sentidos de pertenencia con que los sujetos dotan prácticas y manifestaciones como la patria, la religión y la familia. Según Grimson, “un punto de partida necesario es diferenciar las categoría de pertenencia por una parte, y las tramas de prácticas y significados por la otra”.