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Esta tesis se refiere al estudio arqueológico de las fluctuaciones ambientales y su relación con la organización de los sistemas de asentamiento humano de la llanura Noreste de Mendoza. La región seleccionada para este estudio tiene una superficie de aproximadamente 15.000 km2, tapizada por médanos y bordeada por los ríos Mendoza en el Oeste (con dirección Sur-Norte), Tunuyán al Sur (con dirección Oeste-Este) y Desaguadero al Este (con dirección Norte-Sur); al Norte el límite está dado por las márgenes meridionales de los complejos lacustres de Guanacache, Rosario y San Miguel. Este espacio, conocido como el “tramo Norte de la llanura de la travesía” ofreció excelentes oportunidades para conocer el proceso de ocupación y adaptación humana en ambientes áridos durante la prehistoria. Sin embargo, las explicaciones tendrán estrecha relación con el conocimiento de las fluctuantes condiciones ambientales que se registraron en el pasado. La aridez característica, las bajas precipitaciones (menos de 100 mm anuales concentrados en época estival) y la ausencia de cursos de ríos actualmente en el interior de la región, nos llevó a hipotetizar sobre la posibilidad de un funcionamiento diferente y variable en la cuenca en lapsos prehispánicos. Concretamente, que este espacio formaba parte de la misma. La hipótesis fue elaborada en base a resultados obtenidos por diferentes ciencias dedicadas a la reconstrucción de paleoambientes. Estas señalan cambios y fluctuaciones climáticas en la región, entre los que se destacan diferencias de temperatura y precipitaciones, en especial situaciones neoglaciares en cordillera durante el Holoceno medio y tardío (por ej. la Pequeña Edad del Hielo). La hipótesis sostiene que es posible correlacionar dichas situaciones del Oeste montañoso con equivalentes de variabilidad en la llanura del Este. El estudio del comportamiento bajo de la cuenca ofrece esta posibilidad. La evaluación de imágenes de satélite permitió chequear que en la zona, existen evidencias de cambios en el trazado del curso del río Mendoza (comprobando la existencia de por lo menos siete rasgos de paleocauces). Debido a que la cuenca imbrífera se localiza en la cordillera y que los caudales de los ríos dependen de las nevadas y posteriores deshielos cordilleranos, los cambios en el volumen del caudal de los ríos variaron de acuerdo a las fluctuaciones climáticas registradas en la montaña y, a su vez, repercutió en la parte baja de la cuenca, dejando rasgos en el terreno. En la llanura, se habrían producido embanques de cauces, desbordes y cambios de curso en el trazado de los ríos de acuerdo a fluctuaciones en el volumen de los caudales, lo que quedó reflejado en el trazado de paleocauces que contrastan con la uniformidad arenosa de la superficie. Una base histórica de tal argumentación es la documentación que señala que durante los siglos XVII y XVIII, los españoles se encontraron con ríos corriendo con direcciones diferentes a la actual (Prieto y Abraham 1981). Es decir, basados en el conocimiento de la dinámica de la cuenca, y la evaluación geomorfológica de rasgos de paleocauces y la documentación histórica, se construyó la hipótesis de trabajo, a partir de la cual y en relación a las características de los registros arqueológicos descubiertos y analizados se pudieron establecer lapsos de ocupación prehispánica en la llanura y vincularlos a diferentes situaciones paleoambientales. Un problema a enfrentar era la ausencia absoluta de estudios arqueológicos en gran parte de la región (excepto en el sector palustre del Norte). El estudio arqueológico se encontró con limitaciones debido a las características geomorfológicas de la región. Por tratarse de un ambiente de médanos, las superficies arenosas están fuertemente expuestas a la acción eólica, tornando al paisaje muy mutable. Esto implicó que prácticamente todos los registros recuperados fueran de superficie, y con bajos niveles de resolución e integridad. Esta situación nos permitió entender porque en las investigaciones arqueológicas de la segunda mitad del siglo XX, la llanura de la travesía había sido ignorada: el registro no era rentable para los intereses teóricos predominantemente historicistas. Por ello una vez establecidas las características del ambiente, de su dinámica, y comprobada la relación establecida entre la ocupación humana y geoformas que señalaban condiciones paleoambientales, se pusieron a prueba modelos de asentamiento y explotación humana a partir de las evidencias materiales. El registro procede de sitios descubiertos por medio de prospecciones extensivas e intervenciones intensivas. De este modo se integró la información analizada del registro arqueológico en un sentido regional. En principio los estudios cerámicos desde el punto de vista tecno-tipológico, contribuyeron a ordenar cronológicamente las ocupaciones y caracterizar los asentamientos. La resolución temporal se ha definido en gran medida por medio de este tipo de estudios, pero articulando con ellos las dataciones absolutas obtenidas por medio de termoluminiscencia y 14C, obteniendo de este modo cronologías absolutas, hecho inédito en la región estudiada. Por medio de los análisis de restos zooarqueológicos se pudo caracterizar la subsistencia de acuerdo a su variabilidad espacial y temporal e inferir condiciones ambientales fluctuantes también en el espacio y en el tiempo. Esto gracias a que en el registro se recuperaron restos de fauna que corresponden a condiciones ambientales específicas y actualmente inexistentes (por ejemplo peces). Los análisis líticos se orientaron al conocimiento de la organización de los sistemas de producción apuntando a descubrir movilidad y relaciones interregionales dadas por la explotación de diferentes tipos de materias primas las que se catalogaron inicialmente de acuerdo a sus procedencias. Por último la información fue integrada desde la consideración de una jerarquía de sitios de acuerdo a su tamaño, diversidad y densidad del registro. Todo se realizó desde un control relativo de procesos de afectación postdepositacional. De este modo pudieron definirse las características y la intensidad ocupacional que se registró en la planicie en diferentes etapas de la prehistoria, y especificar también bajo que condiciones del ambiente se produjo el avance y consolidación poblacional hacia y en la misma. Con esta tesis aspiramos a contribuir con modelos que explican que tipo relación existió entre procesos ambientales y culturales, trabajando la información de tal modo que pueda integrarse en una perspectiva regional amplia. Nuestro trabajo se desarrolló aportando información desde una perspectiva arqueológica, dentro de proyectos de investigación que entre 1997 y 2007 ha dirigido María del Rosario Prieto con enfoques de la historia ambiental y la climatología histórica.