Rubén López abre las puertas de su taller en Los Hornos, donde solía compartir los días con su padre. Desde el dolor, rompe el silencio. Es conciso al responder, pero habla por su “viejo”. La familia está tan unida como en aquellos días de 1976, cuando el albañil peronista desapareció por primera vez. Rubén es contundente: “Antes no tenías posibilidad de protestar, pero hoy sí y nadie te debería hacer nada”. En esta nota cuenta cómo es Julio, habla de su afición al fútbol y al cuidado de las plantas. Y lo reivindica como un militante social.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)