Una de las tareas de la filosofía política debe ser reconocer las tensiones que se manifiestan entre el pensar, las formas de ser y de hacer de los otros, los olvidados de siempre, y el pensamiento hegemónico. Esto se torna indispensable para que este último no cierre los discursos del otro. Esta problemática implica revisar los procesos históricos y los mecanismos de poder de la construcción del relato histórico-cultural, tanto en el ámbito internacional como en el interno. Uno de los mecanismos del pensamiento hegemónico es simplificar , clausurando la dialéctica permanente entre los distintos discursos, dentro del marco de una cultura también dominante. Un eterno problema de la política es el divorcio entre la palabra y la acción y más aún en los países periféricos donde, a veces, sólo se han trasladado modelos que son totalmente extraños a la cultura política, social y económica de los mismos. Es por esto que es esencial pensar las posibles vías de superación de esta cuestión, para lo cual se propone construir una identidad, en conflicto, donde lo oficial y lo no oficial se reconozcan como formas válidas de una síntesis abierta.