La política internacional en la última década se ha caracterizado a menudo por estar en transición y a la vez desafiada por renovadas y crecientes tendencias. Hay un sentimiento general de incertidumbre en relación a la naturaleza exacta, estructura y configuración del sistema internacional que se ha traducido en una incesante búsqueda por comprender algunos de estos nuevos procesos, como la interdependencia económica, el avance progresivo de los procesos de integración regional o la proliferación de los nacionalismos. Considerando la magnitud de estos problemas y los significativos eventos subyacentes (el fin de la Guerra Fría, la profundización de la integración europea, etc.), es sorprendente que otro proceso haya permanecido, aunque no inadvertido, ampliamente subestimado: como es la creciente presencia internacional de entidades sub-estatales, como las provincias, los estados federados, las comunidades autónomas y los gobiernos locales. No obstante, la actividad internacional de dichas entidades ha adquirido importancia en la década del noventa, y el alcance y intensidad de ésta actividad ha aumentado ampliamente en los últimos años.