La manipulación de la información y la divulgación de datos infundados mediante documentos y declaraciones de distintos funcionarios por parte de la administración Bush en los meses previos, e incluso durante la invasión a Irak de marzo de 2003 constituyó una grave maniobra de tergiversación que fue utilizada como la principal herramienta para, primero, manipular a la opinión pública a fin de ganar el apoyo popular y, segundo, para intentar lograr el respaldo de la Organización de Naciones Unidas con el fin de obtener una autorización para el uso de la fuerza. Luego del lanzamiento de la categoría de “eje del mal” en enero de 2002, la crisis previa al conflicto con Irak fue llevada progresivamente a su paroxismo y aún durante el desarrollo de la invasión la campaña de desinformación fue concebida como un arma para manipular las mentes. Más de un año después de la victoria de las fuerzas estadounidenses en Irak, una a una han terminado de caer las pruebas con las que el presidente norteamericano George Bush y su par inglés, Tony Blair, justificaron la invasión a ese país. Con una diplomacia y una política militar impulsivas y avasalladoras derivadas de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (NSS 2002, por sus siglas en inglés) que adoptó la noción de ataque preventivo, Washington asumió una tremenda carga económica, política, militar y moral sin respaldo internacional ni credibilidad política, pisoteando los principios fundamentales de las Naciones Unidas, colocándose fuera de la ley y comportándose inequívocamente como agresor.