El proceso de reproducción de los discursos y actos discriminatorios tiene en la comunidad educativa uno de sus eslabones críticos; y parece evidente que la posibilidad de ponerse en el lugar del “otro” y facilitar una comprensión más adecuada desde esa mentalidad puede ayudarnos a crear mecanismos de prevención y desactivación de los dispositivos que perpetúan el ciclo de la discriminación que suele concluir en la violencia; muchas veces aún materializándose en prácticas concretas dentro del aula. La institución escolar debiera ayudarnos a salir del “cercamiento” al que parece acorralarnos el resto de la sociedad a través de la marginación, la pobreza, la ignorancia y la inseguridad, convirtiéndose en los principales pilares del gran muro que separa el “nosotros “ del “ellos”.
Un modo de “agrietar” el muro pasa por fomentar la participación del alumnado en los juegos de simulación educativos conocidos como Modelos de Naciones Unidas. El acceso a recursos calificados de expresión verbal y a producir discursos que sintetizan nuestra percepción individual de la realidad; combinado con la necesidad de “posicionarse” y consustanciarse en la identidad del “otro”, en el marco de un escenario público que auspicia la disposición de escuchar y registrar la demanda del interlocutor como un igual –pues la “negociación” sólo puede resultar fructífera en la medida en que se construya una posición en común–, ofrecen caminos alternativos para alcanzar la experiencia y el real significado de las prácticas que llevan adelante los sujetos en la lucha por ser reconocidos, requisito indispensable para acercarse a una verdadera cultura democrática.