El presente trabajo tiene por objetivo analizar, en el marco del proceso de globalización y regionalización, las modificaciones en el triángulo de relaciones establecidas entre EEUU-América Latina-Europa, que han llevado a una confrontación abierta entre las dos regiones más desarrolladas por el mercado Latinoamericano, proceso que se manifiesta con mayor fuerza a partir de la creación del MERCOSUR.
En efecto, América Latina, en la década de los ‘90, se transformó, apareciendo como “una zona emergente” de interés para las empresas que buscaban mercados en un espacio competitivo y como una región con estabilidad política y con predominio de regímenes democráticos, factores que la convirtieron en un interlocutor en la conformación de un nuevo orden internacional. Los esfuerzos realizados en cuanto a la estabilización macroeconómica, apertura de las economías, desregulación de mercados, procesos de privatizaciones y una integración subregional orientada al exterior, generaron múltiples oportunidades de comercio e inversión tanto para socios tradicionales como nuevos.
En este marco, los países integrantes del MERCOSUR perseguían una inserción internacional que les permitiera reducir sus vulnerabilidades y que les ofreciera oportunidades para progresar en su desarrollo y en su consolidación democrática. Esta situación, los obligaba a adoptar una estrategia de diversificación de sus relaciones exteriores, tanto en el ámbito político como económico.