La seguridad internacional contemporánea tiene su enclave en las empresas privadas multinacionales, quienes mediante la ejecución objetiva de los beneficios económicos que promueven, generan un desarrollo alterno y para-estatal de los cuerpos de seguridad. Esta situación, con incipiente predominancia actual, se ha manifestado desde tiempos remotos. Aquellas primeras incursiones de las empresas privadas en lo referente a venta de armas, han sido las pioneras en la promoción de la guerra. Hoy, el fenómeno adquiere un nuevo espectro sustituyendo la venta de bienes de uso por servicios. Los mismos son el modelo alterno y privado de la seguridad. Estos constituyen, para el Estado en cuestión, la funcionalidad de un ejército y la no representatividad de un gobierno, en vista de la desarticulación política respecto de la económica. Este esquema de supuestos intereses contrapuestos nos presenta un nuevo modelo de seguridad internacional:
el ejército privado. Se trata de una estructura de característica militar, no reconocida estatalmente, que opera de manera internacional según contratos privados dentro de una red triangular que abarca también a Estados, Departamentos de Defensa y Gobiernos, por un lado, y a empresas contratistas privadas, multinacionales y corporaciones, por otro.