Con el Fin de la Guerra Fría los conflictos armados mutaron desde una lógica interestatal hacia una intraestatal. Se trata, mayoritariamente, de conflictos que tienen lugar dentro de un mismo Estado, con una característica en común, la fragilidad de sus instituciones tanto sociopolíticas como económicas, con dificultad para poder definir la naturaleza de las fuerzas conflictivas. El campo de operaciones de los conflictos son las llamadas “zonas sin control del Estado o grises” áreas donde el Estado no tiene presencia concreta ni poder en términos tanto de política dura como blanda, son zonas que contrastan con capitales florecientes económicamente, mientras amenaza la inestabilidad y se erosiona la gobernabilidad efectiva, generalmente en áreas rurales. En América Latina, los conflictos de esta naturaleza se daban en la región Andina, por el contrario, el Cono Sur presentaba una ausencia de tales complejidades y se ligaba la violencia imperante con la delincuencia común o como consecuencia de los conflictos andinos por ser ésta, una región de paso. En el presente trabajo tomaremos el caso de Paraguay, que rompe con este discurso y altera el mapa de los conflictos en Latinoamérica al imponer el Estado de Excepción en el centro y noroeste del país para luchar contra un nuevo actor armado, el autodenominado Ejercito del Pueblo Paraguayo (EPP).
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)