Los colombianos estábamos preparados para una campaña electoral lánguida y predecible en 2010. Hace apenas tres meses, antes del fallo de la Corte Constitucional que declaro inexequible el referendo reeleccionista, el panorama se reducía a la convicción colectiva de que si Uribe era candidato volvería a barrer en primera vuelta –tal como lo hiciera en 2002 y en 2006-. O que, en caso contrario, la competencia se reduciría a determinar quién era el más idóneo sucesor del actual Presidente; esto último significaba encontrar al aspirante más comprometido con la seguridad democrática, que parecía ser el único tema importante para definir el nombre del próximo Presidente. Pero no fue así.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)