Me detengo solo en breves enunciados, inevitables, para recibir en el estrado a Ricardo Torres Medrano, quien con justificable osadía (propia de quienes asumen compromiso, técnica, precisión y Filosofía), inesperada o sorpresivamente, ofrenda un texto teatral; máxime que sus anteriores textos no habían tenido la deliberada intención de incursionar si no en el ensayo, antes que en el teatro.
(del prólogo de Atilio Milanta)