Hacia 1963 y varios años más, la Argentina adoptó una posición diferente a la anterior respecto a los Estados Unidos, al enfatizar la reafirmación de la autonomía nacional y la integración regional frente a la expansión ideológica continental de aquel país y la Alianza para el Progreso. La instalación de empresas transnacionales y el surgimiento del empresariado local inyectó fuerza económica a nivel nacional mediante el impulso del sector industrial, dando pie para proyectar la exportación de sus productos. Se planteó entonces un programa de expansión exportadora con el aumento de la escala de producción abarcando mercados regionales, favoreciendo la idea de integración latinoamericana sobre la base de un desarrollo industrial que, a largo plazo, alcanzara la complementación entre sus países para lograr el crecimiento regional, necesario a su vez para poder competir en el campo internacional extraregional. Se sumaba así el sector industrial al tradicional sector agrario en el plan de incremento de las exportaciones.
En América del Sur, estos años marcaron una etapa donde se advierten los problemas de sus economías para alcanzar la expansión productiva interna sostenida aplicando la sustitución de importaciones, por lo cual se debatieron otros proyectos alternativos que incluían las integraciones regionales. Se analiza entonces este punto y sus implicancias en las relaciones internacionales económicas entre la Argentina, el Brasil, los Estados Unidos y Latinoamérica, en un momento de transformaciones a nivel mundial y de cruce de opiniones teóricas relacionadas con el comercio exterior, la industrialización, el agro, las empresas privadas, el Estado y las organizaciones internacionales, siendo el objetivo principal de los intervinientes en las políticas económicas encauzar el crecimiento sostenido de los países de la región.