Lo que está en juego en 1920 para Freud, repara Oscar Masotta en El Modelo Pulsional (1980:99-100), no es tanto el encasillamiento teórico de las tendencias agresivas, sino cómo explicar, al revés, la tendencia del sujeto al sufrimiento, el dolor, el autocastigo, el sadismo vuelto hacia la propia persona, el autodesprecio, la persistencia en el fracaso, el rechazo del éxito, la evocación melancólica de los desastres del pasado, el gusto por la decepción, la fascinación por el suicidio; en resumen, la insistencia de la repetición de lo displacentero. En todo caso, ¿no debiéramos postular entonces una tendencia de la vida psíquica anterior a las exigencias de la conservación, más radical que las sugerencias del placer? La invitación a participar de este encuentro me permitió hacer un intento de formalización de interrogantes acerca de lo que el psicoanálisis tiene para decir acerca de la violencia doméstica, en particular del feminicidio. Desde el psicoanálisis tenemos extensos desarrollos acerca de la agresividad y el amor como referencias que nos orientan.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)