Lacan dice que las mujeres se ubican “entre centro y ausencia” (Lacan, 2012:118), aludiendo a la duplicidad de su goce que las sitúa por un lado con un pie en el falo, en tanto es con el falo que ellas arman su cuerpo y se sostienen en el amor, y con otro pie en el S (A), por donde ellas se conectan con el límite del lenguaje, y dan pruebas de la existencia de un goce que las ausenta de sí mismas como sujetos.
En su Seminario 20, Lacan insiste en que de ese Otro goce ligado al S (A) las mujeres no pueden decir nada, salvo que lo sienten y añade “no les ocurre a todas” (Lacan, 1995:90). Es a partir de ese Otro goce que toma cuerpo en la clínica de lo femenino, que Lacan se va a ver llevado a elaborar el concepto de sinthome.
Con las fórmulas de la sexuación se ubica una primera partición, donde el goce fálico queda planteado como un pasaje necesario para una mujer, –aunque se produzca de modo contingente–, si quiere entrar en relación con un hombre, mientras que el Otro goce se sitúa como un goce suplementario, no necesario, pero de cuya existencia –o mejor dicho, del consentimiento que una mujer pueda hacer a su existencia, aunque no pueda nombrarlo– dependerá el modo en que viva su feminidad.
No son caminos por completo separados, y es necesario recordar la tesis lacaniana del hombre como relevo para que una mujer pueda acceder de una buena manera a ese Otro goce que la habita (Lacan, 1985:711). Claro que no es así siempre, porque la presencia de un hombre no garantiza el resultado. Dependerá también de la posición del hombre en cuestión para que una mujer no quede encerrada enteramente del lado fálico, forzada a entrar en la horma fálica a toda costa, al precio de su angustia y su enloquecimiento.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)