Ofrezco un caso que deja leer la dimensión del estrago bajo el sesgo escópico y oral de la parcialidad pulsional. La ética del consentimiento, llevaba a esta mujer a decidir no decidir qué comer, qué mirar.
Zona en la cual, la dimensión del semblante vacila en su función de dar un velo e interpretación a lo femenino. Llamo camaleón a esa posición subjetiva que lleva a colocar la decisión de la mirada, de modo absoluto, en el Otro.
El único gesto de afirmación subjetiva consistía en un intento de photoshopear el estrago al punto de caer en lo inverosímil: ver un mundo perfecto, con gente bondadosa, madre mimosa e imagen de diosa... allí donde su cuerpo portaba una obesidad casi mórbida.
Pero ese intento de edición está destinado a fracasar, en tanto pertenece al plano del no querer saber, propio de la negación y su acento más agudo: la ceguera de la mentalidad. La herramienta del síntoma toma forma a partir del uso equívoco que hace de su antianatomismo histérico.
Entonces, gracias a la creación de sus córneas negadoras, que se apoyan en los órganos transplantados, Lala puede hacer una lectura histérica (ver el par complacencia-rechazo) de su postura inicial, en tanto camaleón del estrago.