Los 25 años de la Revolución Islámica, conmemorada en medio de un proceso electoral marcado por la previsibilidad de una victoria conservadora, ha tenido lugar en medio de una coyuntura regional muy conflictiva para un régimen que perdura pese a las críticas del exterior y los ya casi acallados intentos de cambio protagonizados por el reformismo del Presidente Mohamed Khatami. La inacabada guerra en Afganistán iniciada en 2002, se sumó a una nueva guerra en el vecino árabe más importante de Irán, cuyas consecuencias no solo se dejan sentir en Irak sino también en el propio Irán y en toda la región, dejando por otra parte, al régimen de los ayatollahs en medio del fuego cruzado de la coalición internacional liderada por Estados Unidos que interviene en los dos conflictos. Lo más significativo de esta situación es que Irán e Irak han sido países cuya historia reciente y cuyos destinos están estrechamente vinculados por factores religiosos, sociales, políticos y estratégicos, lo que hace aún más interesante la reflexión sobre las consecuencias que la caída del régimen de Saddam Husein y la creación de un nuevo Irak tendrán para la República islámica.