Si la educación cumple una función de socialización para preparar a los alumnos para su incorporación futura en el mundo del trabajo, esto implica preparar al niño en conocimientos, destrezas y actitudes.
Entonces, ¿por qué es común ver que los alumnos con calificaciones más altas, por lo general cuando egresan, en la facultad no eran los promedios más altos y mucho menos buenos profesionales? Tener los promedios más altos no es garantía de que en el ejercicio de sus conocimientos, realmente fueran los mejores.
También podemos observar alumnos que no son tan buenos estudiantes y que parecen perder el interés en los procesos de enseñanza y aprendizaje, estamos hablando de individuos que son absolutamente normales, adaptados al ámbito de la escuela, pero que fuera de éste ámbito, son personas con habilidades en otros aspectos, son creativos, buenos deportistas, etc.
Por otro lado están los alumnos que tienen problemas de conducta o dificultades de aprendizaje, pero que también se puede observar que fuera de la escuela son personas capaces.
En el desarrollo social e inclusive dentro de una profesión son necesarios los individuos con potencialidades diferentes. Entonces frente a esta necesidad real un enfoque uniforme de la educación no tiene sentido. Ningún individuo hoy puede dominar ni siquiera una única área de conocimiento de forma completa, menos aún toda la gama de disciplinas y competencias que proponen los currículo actuales. Donde existe un único estándar de competencia, resulta prácticamente inevitable que la mayoría de los estudiantes acaben sintiéndose incompetentes, y esto es particularmente cierto cuando este estándar favorece una estrecha banda de inteligencias.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)