En un contexto de crisis del paradigma westphaliano se licúa la centralidad del estado como sujeto activo y pasivo de la seguridad permitiendo que emerjan nuevos actores.
Asimismo, se afirma que en los últimos años ha cambiado la naturaleza de los conflictos. En el marco internacional disminuyen los conflictos armados interestatales. Las guerras internas sustituyen a las guerras convencionales. En ellas participan actores sub estatales como el terrorismo o el crimen organizado, los que generan crecientes impactos en la seguridad doméstica.
Pero no solo cambio el sistema internacional. Nos encontramos en presencia de dos cambios que también afectan las estrategias de seguridad. En primer lugar, la legitimidad de los sistemas políticos se ha manifestado como una necesidad para su estabilidad y como un requisito para su eficiencia. En segundo lugar, las expectativas de los ciudadanos se han ampliado, generando nuevas demandas al Estado.
Al interior de los países es creciente la necesidad de centrarse en la persona. Allí surge una multiplicidad de agendas a ser atendidas. Por ejemplo, existe una conexión entre pobreza y conflictos, ya que la violencia viene asociada a los problemas socioeconómicos.
De allí la necesidad de, sin abandonar por completo los conceptos tradicionales, explorar nuevas ideas. Dadas las actuales circunstancias nos vemos en la necesidad de repensar estrategias para generar nuevas alternativas en el campo de seguridad.