Judíos y musulmanes tienen en la definición de sus identidades, una historia sagrada, recuerdos que conforman una memoria y consolidan una conciencia comunitaria autoprotectora. Pueden vincularse a la religión o no, pero en todos los casos son sacralizados, siendo así protegidos contra su usurpación o manipulación por parte de los otros. En las comunidades judías, posiblemente la memoria sobre el Holocausto represente el más importante de estos recuerdos sacralizados. En parte de la aún en formación conciencia de la comunidad islámica occidental, la figura del profeta Muhammad representada en medios gráfico significó, asimismo, un ataque a la existencia misma del islam.
Continuando con tópicos analizados en las jornadas anteriores, el presente trabajo pretende poner en relación ambos elementos de estas sagradas familias, analizando las implicancias políticas que conllevan las actitudes de cada una de las comunidades involucradas, así como la posición de las Repúblicas occidentales.