La crisis del año 2001 surge como punto de quiebre a las políticas de orden neoliberal aplicadas durante el decenio de los noventa y abre un proceso de recuperación económica y política generada con la llegada al poder de Néstor Kirchner. Hacia el año 2003, en un contexto de default y crisis social, aparece la idea de diversificación de las relaciones exteriores, en búsqueda de nuevos socios comerciales para poder hacer frente a la etapa recesión, así como también, planteos para la adopción de una activa política de reactivación industrial a nivel interno y promoción del comercio exterior en el ámbito internacional. Allí, se destaca en el diseño de la política exterior un nuevo socio dentro del hemisferio Sur: la República Popular China. China venía ganando creciente importancia en la economía internacional a partir de la política de “puertas abiertas” iniciada por Deng Xiaoping en 1978. El proceso de modernización y crecimiento estatal por él iniciado, generó la conversión de China en una nueva economía de mercado. El ingreso de esta nación en la OMC en 2001, contribuyó a cristalizar esta idea. Llegado el año 2003, las realidades internas e internacionales propiciaron el acercamiento entre ambas naciones. Argentina se convirtió en un socio comercial sólido del gigante asiático así como también un potencial receptor de sus inversiones, aceptando su condición de “economía de mercado” hacia el año 2004. La creciente interacción y la profundización de los vínculos continuaron afianzándose, aunque con desafíos y obstáculos para la Argentina, quien debe ser capaz de tener políticas activas hacia su socio asiático que reduzca las brechas de poder en el que se basan dichas relaciones.