Desde la llegada de Bashar Al Assad a la presidencia de Siria, la política exterior siria se ha movido dentro de parámetros tradicionales –estabilidad del régimen y protección del status quo alawita– y nuevos elementos de legitimación –apertura de la economía y ruptura del aislacionismo– mediante alianzas estratégicas. En este contexto, Siria ha incrementado los vínculos diplomáticos, diferenciados y específicos basados en sus intereses políticos y económicos con Turquía y Rusia.
Turquía comparte con Siria un escenario regional hostil para su seguridad; su creciente papel como actor con capacidad de intervención regional e internacional le ha valido la credibilidad entre los árabes y se ha instalado como una alternativa de intermediación en los conflictos del Medio Oriente.
En este escenario del Medio Oriente, la pérdida de credibilidad debido a su permanente ayuda a Israel, los intentos de desmantelamiento del programa nuclear iraní y la falta de un compromiso efectivo en las negociaciones de paz han aislado a EE.UU y han beneficiado las relaciones con las potencias emergentes. Siria necesita de una, como Rusia, para revitalizar el proceso de paz que rompa el aislacionismo y garantizar los logros económicos domésticos como factor de legitimación.