Los atentados a las Torres Gemelas en el corazón de Nueva York, y al Pentágono en Washington, provocaron un verdadero terremoto en la agenda política internacional. Por haber sido atacada la primera potencia mundial; por la magnitud de los atentados y su secuela de muertos; por la compulsión de modificar la agenda de política exterior que tenía planificada el presidente George Bush(h); por las secuelas económicas, culturales y políticas que dejarán en la sociedad estadounidense, por las desconocidas implicancias que tendrán los bombardeos sobre Afganistán, y por lo que despertará en el resto del mundo, especialmente en el Medio Oriente. Estados Unidos, como única superpotencia después de la desaparición de la Unión Soviética despierta sentimientos encontrados que deben ser tomados en cuenta al analizar los atentados del 11 de septiembre ya que es imposible comprenderlos sin analizar el rol hegemónico de Estados Unidos. La representación de un enfrentamiento entre civilizaciones, entre la occidental moderna y progresiva y el islam como medieval y bárbara no sólo que es históricamente equivocada sino totalmente falaz. Más allá de las declamaciones principistas casi como reflejo natural producto de la mezcla de dolor, bronca y el deseo de revancha del día después, los principales medios de comunicación estadounidenses, los “Think Thank” y el propio gobierno, tuvieron que salir a explicar el porqué de los atentados en el corazón de Estados Unidos buscando las causas en la política exterior de la Casa Blanca y especialmente en su relación hacia el Medio Oriente y el mundo árabe-islámico.
La crisis internacional desatada por los ataques del Martes 11 puede ser analizada tomando en cuenta la existencia de tres fases diferenciadas. La primera fase, que denominaremos “de la victimización a la búsqueda del consenso”, se inicia el 11 de septiembre y finaliza el 7 de octubre, que es cuando comienzan los bombardeos sobre Afganistán. La segunda, la de “la ofensiva militar” comenzó el 7 de octubre hasta la coronación de Hamid Karzai como nuevo presidente de Afganistán el 19 de junio, que es cuando comienza la tercer etapa, “la reconstrucción afgana bajo paraguas de los Estados Unidos” Desaparecida la Unión Soviética, la estrategia norteamericana global, que siempre visualiza una confrontación por el liderazgo hegemónico en el escenario internacional, se estructuró sobre la base de cuatro actores capaces de cuestionar el modelo de globalización actual: China, el islam, los movimientos de resistencia global y por último el terrorismo global, personificado ahora en Bin Laden. Desde ya que el cuestionamiento del islam a la hegemonía estadounidense y el terrorismo global marcan una impronta en la estrategia de Estados Unidos hacia todo el Medio Oriente.