El sionismo, como idea formativa de un Estado / Nación para los judíos, se gestó y maduró en las mentes de los judíos de la Europa oriental y central, como resultado de una multiplicidad de factores culturales, políticos, económicos e ideológicos característicos y particulares de mediados del siglo XIX y comienzos del XX.
Siendo este principio de nacionalidad una construcción ideológica de ingeniería social, un campo de significados y símbolos asociados a un concepto particular, no puede concebirse como un discurso autónomo. Es por eso que es imprescindible enmarcarlo dentro de un contexto espacial y temporal, así como en el ámbito de la comunidad que comienza a verse como autodefinida e imaginada.
Para esto fue preciso un proceso de etnificación y de resignificación de la judeidad de la diáspora, mediante una idea que permitiera lograr la concreción de un sistema de pertenencia lo suficientemente homogéneo como para impulsar la migración y colonización del territorio, así como para encausar las tendencias universalistas del socialismo.
Sin embargo sería necesario ver hasta dónde esta suerte de sincretismo entre religión, socialismo, nacionalismo étnico, liberalismo, colonialismo y socialismo, como fue el sionismo, cumplió por sí sólo su cometido como motor nacional, y hasta dónde el contexto internacional influyó en la materialización de un estado para los judíos como refugio, posteriormente amalgamado como nación. Poder ubicar y comprender la génesis del Estado de Israel dentro de las diversas corrientes y períodos nacionalistas no sólo ofrezca elementos para entender ciertos comportamientos dentro de un orden mundial estructurado en naciones, sino también permita a prever ciertas actitudes y desarrollos futuros.